Ver "nuestra estrella" dos días en una semana era algo ya insólito para mí.
Aunque mi auténtica estrella has sido tú.
Ya de noche, camino del Puerto, me la topé antes de las cuestas del Cedacero justo donde, al comienzo de un triste verano, nos despedimos por la fuerza de mi estupidez. No la perdí de vista bajando, subiendo y en el tobogán del descenso.
Y en ella te veía a ti, mi auténtica estrella.
En tan corto trayecto toda nuestra película inacabada pasó por mi loca cabecita, seguro de que tú también buscas verla y rememorar los atropellados momentos vividos.
Estrella que sin tu ser no tendría vida.
Apenas unos días después, junto al vagón que me llevaría a Madrid, de pie apurando el último cigarrillo antes de emprender el necesitado viaje, levanté mis ojos al cielo y me sorprendí al verla tan hermosa y elevada, como despidiéndome con una hasta pronto lleno de buenos deseos y esperanza.
Y me encomendé a ella como lo hice a nuestro amor durante tantos años.
Estrella eterna eres tú.
viernes, 5 de diciembre de 2008
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